Despertando de la pesadilla en #Jujuy

La familia expulsada
La familia expulsada

Las elecciones de octubre pasado se llevaron los ecos del frenesí kirchnerista en Jujuy. Es decir, de la exacerbación de emociones forzadas por la necesidad, frente al sometimiento que ejercían dirigentes quienes –según se confirmaría después- se enriquecieron a costa de la miseria de miles de jujeños pobres.

La prisión preventiva de Milagro Sala fue un punto de inflexión en el nuevo gobierno encabezado por Gerardo Morales. El votante se dio cuenta de que la nueva institucionalidad que proponía Cambia Jujuy en la campaña electoral era verdad y la reforma judicial no era broma. Los jueces y fiscales empezaron a animarse a cumplir lo que por el imperio de la violencia/corrupción/impunidad no podían hacer: impartir justicia.

Sin embargo, el cuasi fascismo de la organización Tupac Amaru, sostenido por el peronismo adulterado de quienes detentaban el poder, no puede esfumarse de la noche a la mañana.

Tanto es así que realidad jujeña regurgita cada tanto escenas grotescas; resabios de lo que ya no es, pero no quiere dejar de ser.

La reciente noticia de que una familia habría sido expulsada de instalaciones de la Tupac Amaru por orden del diputado Juan Manuel Esquivel, es una de aquellas imágenes que muchos jujeños habían naturalizado. Eran parte de lo cotidiano. Eran parte del cerco represivo y de la aniquilación de derechos ciudadanos de raigambre fascista que supimos padecer.

Pero, de pronto, lo que “era”, vuelve a “ser”. Y vemos atónitos la foto de una familia que ha quedado literalmente en la calle. Con dos niñas discapacitadas. Con el “estigma” de haber ido a pedir ayuda al Ministerio de Desarrollo Humano, que ha pasado de ser una agencia del Sapo Pepe a una herramienta de aplicación de las principales políticas sociales de la nueva gestión.

“A través de dos señoras, el diputado Esquivel nos dio una hora para que retiremos las cosas. Nos habían dado albergue, pero cuando vinieron desde el Ministerio de Desarrollo Humano a traernos ayuda, dijeron que nos teníamos que ir. Nos acusan de estar con el gobierno”. El increíble relato fue registrado por las autoridades que concurrieron a brindar asistencia a la familia, actualmente alojada en un hotel hasta que la Provincia resuelva su urgente necesidad habitacional.

Este hecho desnuda vergonzosamente la brutal campaña de autovictimización que ejercen los kircheristas/tupaqueros al pedir por la libertad de Milagro Sala y de los denominados “11 presos políticos”, mientras la matriz violenta y antidemocrática persiste a través de un minúsculo grupo residual. No conciben, no quieren aceptar  que haya un gobierno reparador del estado de derecho en Jujuy.

La relación del diputado Esquivel con la vulneración de derechos y la restricción de libertades, sin embargo, tiene antecedentes más recientes: en el ocaso del fellnerismo, se había consolidado un plan de adoctrinamiento en los colegios de la Tupac Amaru para individualizar al “enemigo” y difundir –videos mediante- una visión maniquea de la política. El blanco del ataque no era otro que el propio Gerardo Morales. Y el que dirigía esos colegios no era otro que Esquivel.

La fuerte denuncia contra esas prácticas terminó por alertar a una sociedad que dijo nunca más a un sistema de gobierno que lo único que produjo en Jujuy fue postergación, miseria y muerte.

Hasta hace un año, la suerte de la familia expulsada hubiese sido oscura y comprometida. Pero Jujuy vive ahora un panorama distinto: hay un Gobierno que hace cumplir la ley, pone en alto la bandera de los derechos de las personas y establece claros límites a la violencia.

En Jujuy ya no existe un gobierno paralelo.

En Jujuy, se está acabando el miedo.

Hemos despertado de la pesadilla.

Pero, cada tanto, amenazan con destruir nuestros sueños.

Lo mejor es estar atentos.

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